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El director de Los Justos, -obra inmortal de Albert Camus- Agustín Alezzo, advierte desde el
programa: no “hallaba los actores que pudiesen hacer frente a las grandes
dificultades que sus personajes debían resolver”. Pero ahora, luego de ver la
obra, podemos dilucidar porqué el director advierte sobre eso. Lo dice porque
verdaderamente cada actor logra emplazarse con éxito en esta obra Dramática,
dramática con D mayúscula. Y quién si no Alezzo podía querer enfrentarse a Los Justos. Supo esperar a reunir un elenco
capaz de emocionar y sobrepasar el problema que el mismo Camus nombraba en El Mito de Sísifo: “(e)l actor reina en
lo perecedero”. La gloria del actor es la más efímera. Pero claro, todas las glorias son efímeras… Alezzo
lo sabe, y también sabe que si una obra así no logra o no roza la perfección,
no habrá siquiera algo efímero.
Entonces, en este tiempo rápido y sin espera saludamos al -ya
Consagrado- director por haber esperado
a contar con un gran elenco.
La obra está ambientada en el
contexto de la revolución rusa de comienzo del siglo XX, aquella anterior a la
de 1917, pero que ya planteaba dilemas. Estos dilemas Camus los plasma en el
texto, en la carne de cada personaje. Eso si, se centrará en dos:
Ivan Kaliayev (Nicolás Dominici) hará el papel más romántico dentro del terrorismo
revolucionario, mientras que Stepan Fedorov
(Julián Caissón) representará el lado fuerte, el lado antirelativista. Estos
dos personajes son antagonistas dentro de una célula terrorista del P.S.R.
ruso. La meta: matar al duque. Pero
claro, no todo es tan fácil. Matar es un verbo interesante pero no de delicada
realización. El grupo es víctima de un altercado que provocará un arsenal de discusiones
que, bien a lo Camus, nos someten
-al espectador y a los personajes- al pensamiento ético,
moral, humanista y filosófico. No es fácil matar. Lo que saben estos hombres,
su certeza, es que “somos hermanos y matamos juntos”.
Pero no
todo es masculinidad en la Rusia
de mujiks, zares y revolucionarios. Entre Stepan e Iván, flota la hermosa y fuerte
Dora Dulebov, experta en explosivos del grupo. El amor invade a Dora. La
actriz, Antonella Scattolini es la que logra un papel memorable. Compone una
Dora fuerte, romántica y capaz de lanzar
frases por el estilo y ser creíble: “a mí no me gustan los disfraces, para amar
hay que tener tiempo”. Ivan, Stepan y Dora son el núcleo de la obra. Ahora
bien, los personajes secundarios, y habría que pensar que Camus creaba
personajes que bien podrían ser protagonistas, no solo son vitales para la narración, sino
que en esta versión, están magistralmente interpretados. Es emocionante una
escena en la cual Alexis Voinov (Gastón Ares) le manifiesta innumerables
inquietudes a su superior Boris Annenkov
(Emiliano Delucchi) quien lo escucha más como
hermano que como jefe de partido.
El elenco lo completan Sebastián
Baracco, Martín López Pozzo, Marcelo Zitelli, y Nora Kaleka.
Aquello fue
la trama. Ahora el resto. Las luces son
clásicas, y acompañan a estos cinco actos clásicos y hermosos de manera perfecta.
La escenografía es lo mejor: no hay escenografía. Se apela al drama, a la
puesta en escena de ese drama. Nada hay que distraiga la fuerza dramática: las
sillas, las mesas no son capaces de molestar. El vestuario tiene fuerza, el
vestuario es justo, cada prenda
acompaña la situación personal de cada personaje: el frío ruso está logrado. El
sonido también es minimalista –en el buen sentido-, apenas los caballos que se
van a acercando, apenas el viento, apenas una
Música metálica, apenas un ruido tremendo…
Emocionante,
clásica, filosófica, tierna, humana, lograda, sentida: algunos calificativos justos para Los Justos. Hay que ir a verla, porque en este verano porteño
intolerante, va a venir bien pensar en el frío ruso del 1900, en matar o no
matar, en la poesía o el partido, en el suicidio o la lucha, en si todos
podemos hacer lo que pensamos o imaginamos hacer. Antes de entrar al teatro imaginé que un hombre de unos sesenta
años detrás de mío hablaba con su mujer acerca de un chico que estaba en la
fila: “ese sujeto con bermudas y sombrerito no tiene la apariencia de ser un
espectador de Camus”…Me sonreí tratando de pensar cómo se vestiría Camus hoy en
día, o cómo se viste alguien cuando sale a matar. ¡Vayan a ver Los Justos en ojotas, en alpargatas, entren
al Auditorio Losada con sombrero –no se lo saquen- y lloren al salir!
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