Crónica sobre Crisol en
Club GBA
¿Qué significa la palabra crisol? Vayamos, si no somos
orfebres o trabajamos con lo altos hornos, a la Real Academia
Española. Dicha institución nos dice que crisol es un “recipiente
hecho de material refractario, que se emplea para fundir alguna materia a
temperatura muy elevada”. Hay algo de elevado y de alta temperatura en esta
banda zonal. Entonces, a fundir se ha dicho. A los Crisol los conocí una noche
calurosa en el que quizás sea el bar más cariñosamente bizarro de la zona norte,
si, los conocí en Warhol. Un amigo me dijo lo siguiente: “vamos a ver a la
mejor banda de la zona”. Yo, escéptico ante semejante mensaje pero confiando en
los preciosos gusto musicales de este, acepté. Para no abrumar mas al lector
diré que esa noche la gente pululaba en el bar, estaba tan lleno que casi no
podía ver a los músicos, y todo parecía estar pasando en otra época. ¿Sesentas,
setentas? No se, pero el asunto fue que tocaron temas de veinte minutos,
tocaron el concierto dividido en cuatro partes: era todo una locura y la música
era virtuosa, pesada, grumosa, densa, tremendamente hermética.
Ya me explayé
mucho, mejor vayamos al concierto de Crisol en Villa Adelina. Era sábado, hacía
frío, tomé el 71 (ya sea el de Maipú o el de panamericana) y me bajé en Paraná y Lamadrid. El 71 nos deja
justo en la puerta del Club G.B.A., un lugar que no sólo tiene buena onda sino
que parece un oasis cultural en medio de ese barrio muchas veces olvidado que
es Villa Adelina. En la cuadra casi no hay ruidos y uno tiene que tocar timbre
lo cual es bueno y genera un mínimo y saludable secreto. Entré, con cierta
preocupación, cercano al horario de comienzo del show y ocurrió lo obvio: todo
se había retrasado.
Había otra banda tocando, pero esa noche sólo
tenía oídos para los Crisoles. Un amigo, otro amigo, cerveza va, cerveza viene,
de pronto, la gente que estaba afuera dispersa, se agolpa para entrar, algo se
aproxima. La sala del GBA es pequeña y linda, y hace todo confortable. Ya
adentro, la gente comenzó a sentarse en el suelo, algunos se quedaron de pie,
pero estos lo hicieron detrás. Un aura mística se adueñó de la situación, algo
que hace años no veo en conciertos. Parecía como si todos estuvieran realizando
algo así como una ceremonia, un ritual. Silencio espectral, los músicos se
preparan, luego una serie de canciones, algunas largas otras no tanto en las
que sencillamente todo fue virtuosismo en la interpretación. Quizás, al ver sus
caras supe algo que en Warhol ni por asomo hubiera pensado: son humanos. Si,
Santiago Pascual es humano, pero no sólo eso, descolló en el show con todas las
técnicas de guitarra que uno pueda conocer, desde un solo blusero hasta el
tapping, sin mencionar las escalas y demás asuntos complejos que esta banda
desarrolla en escena con una naturalidad envidiable. El tecladista y cantante
Javier Mazitelli también aporta lo suyo, logrando sonidos bastante calidos en
las texturas mas setentosas o acercándose a sonidos agudos y digitales cuando
el pasaje lo requiere. También aporta refinamiento en ese instrumento tan raro
y hermoso que muy pocos saben tocar verdaderamente llamado Theremin. Diego Gago
cumple férreo con un bajo que sabe cuando tomar la delantera y cuando callar,
además de brindar toques preciosistas de una flauta que sopla aquí y allá. En
las baquetas: un relojito, otro Mazitelli, sólo que este tiene por nombre
Martín.
La nube mística empezó con un tema desconocido, de sonido claro y poderoso al mismo tiempo,
“El sol no es del mar”. Eso fue Crisol en GBA, una imagen, un cuadro de
virtuosismo pero diseñado, pintado para ser percibido. Cerré los ojos, me
concentré en cada instrumento y las notas se desplazaron por el lugar. Luego,
al terminar una canción y en ese momento en el que la gente siente que todo va concluyendo,
escucho desde atrás ese grito siempre vulgar pero verdadero que alguien suelta
tarde o temprano en todo concierto: “devolvé la peluca Crisol”. Algunos rieron,
yo no, esto era la pura verdad. Sonaba, creo “La parusía del rock” aunque
sinceramente ya no lo recuerdo, ni importa. Crisol efectivamente nos quitó la
peluca esa fría noche en GBA y luego de una gran versión de ese tema rockero,
pesado y poético que es “Yo miro tu amor” de Spinetta ya fue todo melancolía de fin. La misa se clausuró con lo que quizás ya sea
la canción leyenda de esta banda: “Leviatán II”. Si, ese monstruo marítimo del Antiguo
Testamento, tan cercano a Satanás, terminó por cuajar la imagen mística de la
banda esa noche. Todo fue elefantiásico pero sin grandilocuencia. No fue una
nube rockera a lo Yes, o una locura prolongada y tenebrosa como aquella noche
en que los conocí. Alguien malo dirá que esto fue aburguesarse, para mí es
crecer. Esto fue un verdadero bautismo de música exquisita. El show terminó, la
materia musical se fundió en este Crisol y el resultado fue una liga buena y de
calidad. Afuera, el frío me entraba por
la cabeza y el 71 no pasaba, pero no
sentí preocupación alguna sino determinación. Encendí un cigarrillo y emprendí
el gélido regreso hacia panamericana con
la certeza de que Crisol nunca me
devolvería la peluca.
Ladislao
Serrano.
Pueden escuchar Crisol acá: http://www.myspace.com/crisolmusica
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