sábado, 2 de febrero de 2013

SAUCES LLORONES Y MULITAS SIMPÁTICAS...

Acerca de Llanto de Sauce, para Espectáculos de acá:http://www.espectaculosdeaca.com.ar/?p=3364




El grupo teatral Aqueles, aquel que debutó con la obra Aqueles que nao sao mais, vuelve nuevamente de la mano del joven, pero experimentado Horacio Nin Uría. Obviamente el barrio es Abasto. Y el teatro es: El Teatro del Abasto…Pero ya que la obra narra recuerdos, recuerdos fotográficos, vayamos por uno, que relacioné lateralmente con la obra…
Recuerdo que había una mulita disecada en una casa de campo que visité una vez. El caparazón, que otras veces vi ya convertido en charango, ya de por si, despertaba simpatía. El animal, aunque muerto, parecía vivir en cada una de sus capas óseas, en cada pelo que aún resistía a irse, a morirse; resistía más que la carne.
La carne resiste mucho, pero el hombre no va a quedarse  pudriéndose en un mismo lugar: ¿o sí? Los personajes de Llanto de Sauce parecen no estar  dispuestos a pudrirse. Pero algo los obsesiona, algo que podríamos llamar existencial. Ese algo los conflictúa. Y muy conflictuado está el protagonista, quien narra los recuerdos de las fotografías que tomó en un viaje. Desde ya, el viaje no fue ordinario. Conoció a tres personajes, a tres personalidades.
Los tres personajes que son evocados desde la imagen, nacen de la nada, y habitan una nada que podríamos llamar pampa argentina atemporal. Y por allí venía viajando, ¿o huyendo?, nuestro protagonista –Alfredo Staffolani-, hombre que descubrimos aficionado a la fotografía y que dejará marcas para mal o para bien en los solitarios habitantes de una estancia.
La obra presenta una estructura formal sólida. Esto brinda un esquema potente desde el cual los actores pueden volar o dejarse soltar, a veces en monólogos, a veces en complejas escenas de a cuatro o de a tres. Cada bloque o acto o escena o como se lo quiera llamar, nos relatará, nunca completamente, pero sí con cadencia y hermosa poética, las tribulaciones o fantasmas de los habitantes de esta estancia adormecida en la pampa argentina atemporal.
Una extraña amistad marcará al protagonista y al Peón Luis – Juán Manuel Zuluaga-,
hombre de suave charla y divina melancolía. Luis es una mulita viviente, un roedor que cava y cava y cava y sólo descansa de noche viendo fermentar su caña con ruda. Cava y cava pero sabe, ya todos los Sauces se secaron allí, ya las “vacas comen piedras” y mueren: sin río no hay sauce que aguante. El futuro de la mulita Luis, el futuro que él desea, es el mar…
La amistad con Luis es extraña. La relación con la pareja, es decir con los jefes de Luis, será también compleja. Un accidente los ha marcado a ambos: a él –Román Tanoni- lo posee un sentimiento de duda, de falta de decisión: una silla de ruedas. Y ella, -Mariana Estensoro-, se promete cuidar de su compañero hasta que su larga melena deje de crecer.
Los objetos, simbólicos, divertidos y serios a la vez, son de lo mejor: la larga peluca de la mujer, que uno no puede dejar de comparar a la larga espera de Penélope y su tejido
;el cigarrillo que fuma el protagonista y que todos quieren pitar, el disfraz de mulita, jocoso y gracioso, pero tierno y revelador de una metáfora de la armazón necesaria ante la adversidad. Todo un arsenal de objetos que son parte vital de la obra y de cada personaje.
La fotografía, como sostenía Barthes, a veces punza. El narrador se siente perseguido por las fotos, por la experiencia que ve, siente y evoca, en y de ellas.
Acaso lo mejor de la obra sea esa necesidad de experiencia que persigue a todos los personajes. Sentimiento que el grupo Aqueles logra transmitir. Seguro con el correr de las funciones se irá aceitando todo el complejo mecanismo de Llanto de Sauce.
Acaso otro detalle, el último detalle: la falta de música, la gracia y el poderío de la imagen y el texto hace de esta obra un momento de teatro vivo; todo hace que los personajes habitantes de esta pampa seca, hagan llorar su sauce en medio de un escenario tan probable como atemporal. Lo atemporal, como en la buena música, siempre es bienvenido, y genera un extraño sentimiento de vida. Porque en la fotografía, quiérase o no, hay vida; vida encerrada, capturada, pero vida al fin. Como aquella mulita que vi en el campo, aquella mulita que no pudo ser charango y se quedó como una fotografía, viva en mi recuerdo.

            Ladislao Serrano, 27 de enero de 2013.

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