lunes, 8 de junio de 2009

Recuerdos de la casa chorizo.

Lloviznaba fino, bien fino, esas lluvias pequeñas que hacen que uno piense en si es agua en gotas lo que cae en los techos de las casas o en el asfalto y en el pasto o si es nieve fina blanquesina; si. Tal vez era nieve pero yo, temeroso de más frio no dudé en verla en forma de agua. Como cada sábado feo y nublado no pude evitar recordar aquella vez que mi tía abuela en mi cumpleaños número 15 me llamó por entre el mosquitero de la casa chorizo del barrio de saavedra y al tiempo en que yo estaba sentado en esos sillones metálicos que uno no sabe si son nuevos y aparentan ser tan antiguos, tan viejos o si efectivamente son antiquísimos lo cual yo estimo que son ya que en ese momento pensaba que tendrian alrededor de 100 años numero irracional pero de muy buen sonido en boca de un púbere que comía pistachos y caramelos de propoleo con mucha frecuencia y no sin demasiado gusto. Me encontraba devorando algún suplemento interesante del diario la nación diario que mi tía abuela conpraba siempre y aún sigue comprando pero que mas adelante comprendí, no era de mi gusto ideológico pero un diario no deja de contener algo interesante y además su exagerado tamaño me parecía hasta cómico y me divertía el solo hecho de tener que abrirlo con mucha dificultad y que pasar de página a página fuese una aventura, casi ceremoniosa.
Recuerdo que me levanté del sillón metálico al segundo de escuchar la voz aguda y quebradiza de la tía Mumi, me fuí acercando hasta la puerta mosquitero corrí la piedra que hacía de sostén para que esta no se abriera en caso de corrientes fuertes saavedrinas y entré en la casa, la familia se encontraba devorando una torta de manzana y resolviendo los clásicos crucigrámas los cuales me parecían odiosos ya que nunca pero nunca podían resolverse en buena ley, es decir sin mirar las respuestas que estaban escritas al revés al final de la hoja. Estaban muy concentrados todos Mamá, Eri, y Wanda ; salvo Papá que se encontraba durmiendo o quizas en estado próximo a la muerte, ya que siempre era extraño lo profundo y gracioso de su sueño. La tía me dijo que ya estaba el tesito, y me llamó mediante una seña silenciosa a la cocina, cosa que provocó una tremenda felicidad ya que ya se vislumbraba el aproximamiento de nuevo y precioso dinero .....
Pero no. Ya no había plata de regalo ahora estaba solo viendo la lluvia en mi casa de Parque Chás y con temor a que nunca mas vuelva al barrio de Saavedra, ni a los diários La Nación, ni a comer pistachos, ni a saborear propóleo, ni a detestar crucigrámas; pero ahora; si bien tengo la lluvía que me hace poner melancólico y tonto, también tengo un amor hermoso; y otro que viene en camino adentro de su panza.

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