miércoles, 20 de marzo de 2013

¡HERNANITO HERNANITO, QUÉ FEO TENERTE DE HERMANITO!

Hernanito  suena a “hermanito”. Sí, suena pero no es lo mismo, aunque tienen mucho que ver.
Alejandro Acobino dirige esta “pieza esquizo-industrial” de gran poder textual y lingüístico. Por eso el rodeo del comienzo. El lenguaje, ya sea en pequeños juegos como el de la primera frase, brilla en Hernanito de forma poco común, o poco común al lenguaje utilizado en la mayoría de los textos teatrales. Sería interesante investigar cuántas veces han aparecido joyas del estilo de “rebarba” o I.S.O 34 internacional” en una obra, seguramente fueron pocas. Aquí eso sucede: el lenguaje logra ser esquizo-industrial y no resigna humor. Primer párrafo: Acobino nos brinda su gran texto y su acertada dirección.
La trama, esa palabra pasada de moda, es fácil y poderosa: una pequeña pyme dedicada a la tornería y el embalaje, cuyo dueño es Juan Jorge ( Rodolfo Demarco), contrata a Salinas ( Fernando Gonet), un obrero evangelista. Pero algo esconde Juan Jorge, hay algo en su pasado –algo artístico y vergonzoso- que no lo deja levantar cabeza. De aquí que lo industrial, sea lo que Juan Jorge  dificultosamente eligió para salir adelante y olvidar.  Segundo párrafo: claro que proponerse olvidar no quiere decir que uno va a olvidar.
Las actuaciones son tremendas y poderosas. El nivel de traumas que aquejan a Juan Jorge hacen que Demarco sobresalga con un personaje entrañable, psicótico y odioso que puede jugar al ping pong amablemente con Salinas y luego discriminarlo tanto racial como culturalmente en sus adentros. El papel de Salinas  es sutil y logrado. Logra condensar la esencia de alguien bueno cuya vida no siempre lo fue y que busca en la religión no un consuelo sino una postura en la vida. Hay escenas memorables, donde se trenzan en diálogos geniales que siempre dejan en claro que Salinas tiene actitud y Juan Jorge traumas. Dichos traumas, la obra los decodifica en un misterioso tercer hombre, si es que a este personaje le cabe el mote de humano… Tercer párrafo: finalicemos sin tentar al demonio Charulo.
Lenguaje, trama, actuaciones, ya generan un gran deleite. Por otro lado, hay que resaltar la escenografía  – parece una verdadera  pyme- y el manejo de las luces. Una escena en la que hay un corte de luz en pleno día, de pronto hace que todo lo que era gracioso de pronto adquiera un suspenso misterioso y terrible. En fin, Hernanito conjura diversas ideologías y traumas. Y hasta conjuga –y conjura- artes, ya que Juan Jorge dominó y domina un arte que muchos –inclusive el cronista, inclusive científicos- consideran maldito y con el que tal vez él pueda convivir. Un arte para el que es necesario partirse industriosamente en dos y hablar “con el vientre”. (1) Cuarto y último párrafo: finalicemos recomendando -¡efusivos!- , esta gran obra de teatro llamada Hernanito.
Gacetilla:

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